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By Dona Herweck Rice
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Barcelona. 1990. Plaza y Janés. 21x15. 571p.
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El asombroso destino de Santa Teresa de Jesús se explica más o menos de la misma manera que el de Santa Catalina: de su confianza en Dios extrae una sólida confianza en sí misma; al llevar al punto más elevado las virtudes que convienen a su estado, se asegura el apoyo de sus confesores y del mundo cristiano: puede superar la condición común de una religiosa; funda monasterios, los administra, viaja, emprende, persevera con el denuedo aventurero de un hombre; la sociedad no le opone obstáculos; ni siquiera escribir es una audacia: sus confesores se lo ordenan.
Y la mujer adquiere derechos cada vez más importantes. Cuatro poderes limitaban primitivamente su libertad: el padre y el marido disponían de su persona, y el tutor y la manus, de sus bienes. El Estado se apoya en la oposición entre el padre y el marido para restringir sus derechos: es el tribunal del Estado el que juzgará los casos de adulterio, de divorcio, etc. De igual modo se destruyen mutuamente la tutela y la manus. En interés del tutor, ya se había separado la manus del matrimonio; en seguida esta se convierte en un expediente que las mujeres utilizan para librarse de los tutores, ora contrayendo matrimonios ficticios, ora obteniendo de su padre o del Estado tutores complacientes.
En el momento en que la mujer ha logrado 36 Es decir, vincularse a otro por medio de contrato. 32 El segundo sexo Simone de Beauvoir prácticamente la máxima emancipación, es cuando se proclama la inferioridad de su sexo, lo cual constituye un notable ejemplo del proceso de justificación masculina de que he hablado: como ya no se limitan sus derechos en tanto que hija, esposa o hermana, se le rehusa la igualdad con el hombre en tanto que sexo; y para vejarla se pretexta «la imbecilidad, la fragilidad del sexo».