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By Roman Jakobson
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Barcelona. 1990. Plaza y Janés. 21x15. 571p.
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Así sonaron los veredictos oficiales (El Soviet de Moscú y otros). » «y ahara dirán de todo en la celda». El profesor de la futura comuna mundial: «¿Qué es el suicidio? ¿Os habéis pegado un tiro? ¿Por imprudencia? No, por amor». «Historias ... Por amor se deben construir puentes y engendrar hijos ... Ustedes, en cambio, ¡bang! bang! » En general, la realidad con siniestra conciencia repite los versos de parodia de Maiakovski. «No tengo tiempo de pasear en barca», fanfarronea Pobedonosikov, el personaje cómico principal de «El baño», que ha ad· quirido muchos rasgos de Anatoli Vasilievich: 16 «Esto son pequeñas distracciones para algunos secretarios.
La personalidad de Maiakovski es simbólica y hablar de él significa hablar de su generación. capitalismo industrial. Habiendo visto que el intento de con· solidar la burguesía como una «clase para sí misma» sufría una derrota decisiva, él con todo su ahínco se entrega al trabajo de posibilitar su fortalecimiento como una «clase en sí misma». En esto radica el sentido de su retirada de la literatura y de su inmersión en el servicio estatal. Fue una rendición de principios en nombre de una ganancia práctica.
Pero cqando la lees ahora, suena todavía más fúnebre que las últimas líneas de Esenin. :estas colocan un signo de igualdad entre la vida y la muerte, mientras que el único argumento que Maiakovski tenía, a favor de la vida, es que ésta es más difícil que la muerte. » de la carta de despedida. Pero los informes de los necrólogos sobre Maiakovski afirman a cual más, que: «Se podía esperar todo de Maiakovski, menos que acabara consigo mismo. Parecía que podía hacerlo cualquier otro, pero no Maiakovski» (E.