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By Konrad Lorenz
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Barcelona. 1990. Plaza y Janés. 21x15. 571p.
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S ~rboles donde solían dormir en seguridad. Todos le base en esa ley y que los miembros de la comunidad, que no pueden ver la edad de sus lideres en el registro de SIgUIeron con obediencia ciega, y nadie puso en duda su autoridad. bautismo, midan por la posición jerárquica que ocupan Lancemos ahora una mirada hacia atrás y examinemos la confianza que pueden concederles. Los colaboradores todo cuanto hemos aprendido en este capítulo gracias a la observación atenta de los animales y de cómo sirve la a~esión intraespecíííca para la conservación de la espe- de Yerkes hicieron mucho tiempo atrás la interesante y excitante observación de que los chimpancés, que es sa- bido son capaces de aprender imitando, sólo imitan por CIe: el espacio vital está repartido entre los congéneres principio a los congéneres de categoría superior.
Si se tratara solamente de una reacción a determinadas condiciones exteriores, como quieren muchos sociólogos y psicólogos, la situación de la humanidad no sería tan peligrosa como es GOETBE En el capítulo anterior creo haber demostrado suficientemente que la agresividad de muchos animales respecto de sus propios congéneres no es nada perjudicial a la es- en realidad, porque entonces podrían estudiarse a fondo y eliminarse los factores causantes de esas reacciones. Freud podría enorgullecerse de haber sido el primero en señalar lo autónomo de la agresión, y también en demostrar que la falta de contacto social, sobre todo cuando llega al punto de Liebesverlust (pérdida de amor) eran factores que la favorecían mucho.
No tengo la menor intención de burlarme de mi anciana tia, que ya murió hace mucho y era por lo demás una excelente persona. He tenido ocasión de observar exactamente el mismo comportamiento en hombres muy serios y perfectamente capaces de dominarse, y claro está biera propinado una bofetada descomunal al ofendido. El conocimiento de la ley fisiológica a que obedece ese fenómeno tan doloroso nos impide ciertamente asesinar al amigo, pero no aminora nuestro sentimiento. Al que es comprensivo no le queda otro remedio que salir de la barraca, la carpa, el iglú o lo que sea donde estén concentrados y dar una patada demoledora a cualquier objeto no muy caro pero que haga mucho ruido.